¿Cómo mejorar la evaluación en el aula? Reflexiones y propuestas de trabajos para docentes.
Es una obra que se incorpora al acervo de las Bibliotecas de educación básica y normal de los autores Pedro Ravela, Beatriz Picaroni y Graciela Loureiro quienes cuentan con la experiencia docente y que, en los últimos años han dedicado gran parte de su vida al tema de la evaluación educativa en algunos países de América Latina.
Como docentes y directivos tenemos un gran reto en la formación de nuestros alumnos porque somos los que conocemos lo que realmente ocurre dentro de las paredes de las aulas, no hay una pócima mágica ni una receta para evaluar, esta debe de construirse desde el contexto de cada docente y darse a conocer a los evaluados especificando los criterios y de esta forma reducir la incertidumbre y disolver las malas interpretaciones que se tienen en cada periodo de evaluación.
Este libro nos muestra una serie de ejemplos del concepto de “evaluar” por docentes de varios países, lo que es la evaluación formativa y sumativa que muchas veces se queda solo en concepto, de la atención que le damos a cada estudiante que tiene barreras de aprendizaje y que termina en una evaluación estandarizada para responder a la Política Educativa y de todos aquellos factores que inciden para el proceso de evaluación.
En el primer capítulo se refiere a ese gran elefante invisible a los que nos enfrentamos la mayoría de los docentes al final de cada periodo y esto nos lleva a pensar en la sobrecarga de trabajo, a destinar horas extras que poco son valoradas, a la frustración de lo que enseñé y el desempeño de mis estudiantes, es enfrentarnos al concepto de evaluar y de asignar números reacomodando cada parte para armar el esqueleto del sistema educativo.
Un buen número de docentes intentamos modificar y mejorar nuestra forma de enseñar y de evaluar, con la experiencia que dan los años nos hacen establecer “la evidencia empírica” aplicar la observación y la inferencia para llegar a una conclusión y asignar un número. Sabemos cómo docentes que cada niño y niña tienen diferente manera de aprender y de estudiar, para tal cuestión hay cinco categorías, “saber mucho”, memorizar, adquirir datos para usarlos posteriormente, aprender es abstraer el significado que existe detrás de los textos y palabras.
Con lo anterior, nos damos una idea a lo que se enfrentan nuestros estudiantes al momento de resolver un examen que en su mayoría son preguntas de respuesta cerrada que se aplican de manera estandarizada para evaluar el aprendizaje de los alumnos de un centro educativo, zona, estado o país, por otro lado, están los reactivos de respuesta construida en el que el alumno debe elaborarla con la información que tenga.
En el capítulo tres se refiere a Evaluar a través de situaciones auténticas como es la participación del alumnado en la elaboración de textos, investigaciones, representaciones, utilizar las operaciones básicas, la aplicación del pensamiento científico, temas de relevancia social que impacten en su comunidad.
Habitualmente los docentes utilizamos la evaluación sumativa y formativa que al final nos llevan a asignar una calificación para responder al régimen académico que prevalece en la mayoría de los sistemas educativos y que trae consigo una “certificación”. Dejando a un lado la retroalimentación este concepto se aleja en mucho de lo que realmente debería hacerse al término de un examen.
Los reglamentos de evaluación cuya función principal es definir cinco aspectos centrales, tipo de calificaciones, desempeño, criterios, frecuencia de reporte de calificaciones, las reglas que definen la aprobación o reprobación de los estudiantes. En la mayor parte de los países de América Latina se emplean escalas numéricas, se establece un puntaje o una categoría para ser aprobado y no hay lugar para aquellos alumnos que no tengan aun la maduración o que presenten diferentes ritmos de aprendizaje, al final una calificación es sinónimo de certificación y al no lograrlo se genera el fracaso y abandono escolar como se menciona en el capítulo cinco.
Tocar el tema de evaluación educativa es abrir ventanas de nuestro Sistema Educativo y de las Políticas Educativas que imperan en los países de América Latina, que además del rezago educativo, las deserciones escolares nos muestran la manera en que los docentes nos enfrentamos al estrés, al dolor, a la incertidumbre, al enojo con cada niño, niña o adolescente al momento de asignar una calificación, a muchos nos hace sentir culpable de responder con un numero o con estándares que emanan desde “arriba” de los que establecen criterios detrás de un escritorio, de aquellos que no subieron veredas ni cruzaron ríos para llevar su didáctica a los lugares más marginados, pero están allí, tratando de hacer acuerdos de evaluación que cambian constantemente y que muchas veces nos hacen sentir cómplices de su actuar.
Hay otros tipos de evaluación como la diagnóstica que se llevó a cabo al inicio de este ciclo escolar 2021-2022, segura estoy que las autoridades educativas de cada estado no dudaron en su aplicación, sería interesante conocer el sentir del magisterio cuando se nos pide “evaluar en tiempos de pandemia”. La evaluación no solo se trata de saber que nos falta en los aprendizajes de los alumnos, sino que hacer para cubrir esa necesidad, pero de manera real no para responder a trámites administrativos o burocráticos.
Este libro no es un manual de evaluación, pero si un puente que nos ayudará a estar del otro lado para cambiar nuestra forma de hacer las cosas, analizar nuestras prácticas de enseñanza y las similitudes que existen entre los docentes con características similares a nuestro contexto escolar, cada uno utilizando diversos instrumentos para evaluar y tratar de ser un profesional con mirada objetiva.